sábado, 31 de julio de 2010

Decálogo del perfecto cuentista, Horacio Quiroga

I

Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.

II

Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

III

Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia

IV

Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

V

No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

VI

Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: “Desde el río soplaba el viento frío”, no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

VII

No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

VIII

Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

IX

No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino

X

No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

viernes, 23 de julio de 2010

Prólogo a "El retrato de Dorian Gray", Oscar Wilde

El artista es el creador de las cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte. El crítico es quien puede traducir a otra forma o a un nuevo material su impresión de las cosas bellas. La más elevada, así como la más baja, forma de crítica es la de autobiografía. Los que encuentran intenciones feas en las cosas bellas son corruptos sin encanto. Ésa es su falta. Los que encuentran intenciones bellas en las cosas bellas son los cultivados. Para éstos hay esperanza. Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan sólo belleza. No existen tales cosas como los libros morales o inmorales. Los libros están bien escritos o están mal escritos. Eso es todo. La aversión del siglo XIX al realismo es la rabia de Calibán al ver su rostro en el espejo. La aversión del siglo XIX al romanticismo es la rabia de Calibán al no ver su rostro en el espejo. La vida moral del hombre forma parte del tema del artista, pero la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto. Ningún artista desea probar nada. Hasta las cosas que son ciertas pueden probarse. Ningún artista tiene tendencias éticas. Una tendencia ética en un artista es un imperdonable manifiesto de estilo. Ningún artista es nunca mórbido. El artista puede expresarlo todo. El pensamiento y el lenguaje son para el artista instrumentos del arte. Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el arte de la música. Desde el punto de vista del sentimiento, la profesión del actor. Todo arte es a un tiempo superficie y símbolo. Los que buscan bajo la superficie, lo hacen a su propio riesgo. Los que interpretan los símbolos, lo hacen a su propio riesgo. Es al espectador, no a la vida, lo que refleja realmente el arte. La diversidad de opiniones sobre una obra de arte demuestra que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos difieren, el artista está en armonía consigo mismo. Podemos perdonar a un hombre por hacer algo útil siempre que no lo admire. La única excusa para hacer algo inútil es que uno lo admire intensamente. Todo arte es completamente inútil.

miércoles, 21 de julio de 2010

Crónica de una muerte anunciada, Gabriel García Márquez

"En la ventana de una casa frente al mar, bordando a máquina en la hora de más calor, había una mujer de medio luto con antiparras de alambre y canas amarillas, y sobre su cabeza estaba colgada una jaula con un canario que no paraba de cantar. Al verla así, dentro del marco idílico de la ventana, no quise creer que aquella mujer fuera la que yo creía, porque me resistía a admitir que la vida terminara por parecerse tanto a la mala literatura. Pero era ella..."

martes, 20 de julio de 2010

Soneto kitsch a una mengana, Mario Benedetti

Yo/ fulano de mí/ llevo conmigo
tu rostro en cada suerte de la historia.
Tu cuerpo de mengana es una gloria
y por eso al soñar sueño contigo.

Luego/ si el sueño acaba te persigo
soñándote despierto/ es una noria
que rodea tu eco en mi memoria
y te cuenta esos sueños que te digo.

Así/ sin intenciones misteriosas
sé que voy a elegir de buena gana
de mi viejo jardín sólo tus rosas.

De las altas ventanas tu ventana
de los signos de mar tu mar de cosas
y de todo el amor/ tu amor/ mengana.

lunes, 19 de julio de 2010

El viejo y el mar, Ernest Hemingway

"...sintió pena por el gran pez que no tenía nada que comer y su decisión de matarlo no se aflojó por eso un instante. Podría alimentar a mucha gente, pensó. Pero ¿serán dignos de comerlo? No, desde luego que no. No hay persona digna de comérselo, a juzgar por su comportamiento y su gran dignidad."

"Es idiota no abrigar esperanzas, pensó. Además, creo que es un pecado. No pienses en el pecado, se dijo. Hay bastantes problemas ahora sin el pecado. Además, yo no entiendo de eso.
No lo entiendo y no estoy seguro de creer en el pecado. Quizá haya sido un pecado matar al pez. Supongo que sí, aunque lo hice para vivir y dar de comer a mucha gente. Pero entonces todo es pecado. No pienses en el pecado. Es demasiado tarde para eso y hay gente a la que se paga por hacerlo."

domingo, 18 de julio de 2010

Un mundo feliz, Capítulo XVI, Aldous Huxley

"La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Estar satisfecho de todo no posee el encanto que supone mantener una lucha justa contra la infelicidad, ni el pintoresquismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza."

sábado, 17 de julio de 2010

Abel Sánchez, Capítulo XI, Miguel de Unamuno

-¿Y qué preparas ahora? -le preguntó a Abel Joaquín un día en que, habiendo ido a ver al niño, se encontraron en el cuarto de estudio de aquél.
-Pues ahora voy a pintar un cuadro de historia, o, mejor, de Antiguo Testamento, y me estoy documentando...
-¿Cómo? ¿Buscando modelos de aquella época?
-No; leyendo la Biblia y comentarios a ella.
-Bien digo yo que tú eres un pintor científico...
-Y tú un médico artista, ¿no es eso?
-¡Peor que un pintor científico... literato! ¡Cuida de no hacer con el pincel literatura!
-Gracias por el consejo.
-¿Y cuál va a ser el asunto de tu cuadro?
-La muerte de Abel por Caín, el primer fratricidio.
Joaquín palideció aún más, y mirando fijamente a su primer amigo le preguntó a media voz:
-¿Y cómo se te ha ocurrido eso?
-Muy sencillo -contestó Abel, sin haberse percatado del ánimo de su amigo-; es la sugestión del nombre. Como me llamo Abel... Dos estudios de desnudo...
-Sí, desnudo del cuerpo...
-Y aun del alma...
-¿Pero piensas pintar sus almas?
- ¡Claro está! El alma de Caín, de la envidia, y el alma de Abel...
- ¿El alma de qué?
-En eso estoy ahora. No acierto a dar con la expresión, con el alma de Abel. Porque quiero pintarle antes de morir, derribado en tierra y herido de muerte por su hermano. Aquí tengo el Génesis y el Caín de lord Byron. ¿Lo conoces?
-No, no conozco el Caín de lord Byron. ¿Y qué has sacado de la Biblia?
-Poca cosa... Verás -y tomando un libro, leyó-: "y conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y parió a Caín, y dijo: He adquirido varón por Jehová. Y después parió a su hermano Abel, y fue Abel pastor de ovejas, y Caín fue labrador de la tierra. Y aconteció, andando el tiempo, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová y Abel trajo de los primogénitos de sus ovejas y de su grosura. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda, mas no miró propicio a Caín y a la ofrenda..."
-Y eso, ¿por qué? ... -interrumpió Joaquín-¿Por qué miró Dios con agrado la ofrenda de Abel y con desdén la de Caín?
-No lo explica aquí...
-¿Y no te lo has preguntado tú antes de ponerte a pintar tu cuadro?
-Aún no... Acaso porque Dios veía ya en Caín el futuro matador de su hermano..., al envidioso...
-Entonces es que le había hecho envidioso, es que le había dado un bebedizo. Sigue leyendo.
- "Y ensañóse Caín en gran manera y decayó su semblan­te. Y entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado? ¿Y por qué se ha demudado tu rostro? Si bien hicieres, ¿no serás ensalzado? ; y si no hicieres bien, el pecado está a tu puerta. Ahí está que te desea, pero tú le dominarás..."
-Y le venció el pecado -interrumpió Joaquín- porque Dios le había dejado de su mano. ¡Sigue!
-“Y habló Caín a su hermano Abel, y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y le mató. Y Jehová dijo a Caín..."
- ¡Basta! No leas más. No me interesa lo que Jehová dijo a Caín luego que la cosa no tenía ya remedio.
Apoyó Joaquín los codos en la mesa, la cara entre las palmas de la mano, y clavando una mirada helada y punzante en la mirada de Abel, sin saber de qué alarmado, le dijo:
-¿No has oído nunca una especie de broma que gastan con los niños que aprenden de memoria la Historia sagrada cuando les preguntan: "¿Quién mató a Caín? “
- ¡No!
-Pues sí, les preguntan eso, y los niños, confundiéndose, suelen decir: "Su hermano Abel."
-No sabía eso.
-Pues ahora lo sabes. Y dime tú, que vas a pintar esa escena bíblica... ¡y tan bíblica! , ¿no se te ha ocurrido pensar que si Caín no mata a Abel habría sido éste el que habría acabado matando a su hermano?
-¿Y cómo se te puede ocurrir eso?
-Las ovejas de Abel eran adeptas a Dios, y Abel, el pastor, hallaba gracia a los ojos del Señor, pero los frutos de la tierra de Caín, del labrador, no gustaban a Dios, ni tenía para El gracia Caín. El agraciado, el favorito de Dios era Abel...; el desgraciado, Caín.
-¿Y qué culpa tenía Abel de eso?
-¡Ah! , pero ¿tú crees que los afortunados, los agracia­dos, los favoritos, no tienen culpa de ello? La tienen de no ocultar, y ocultar como una vergüenza, que lo es, todo favor gratuito, todo privilegio no ganado por propios méritos, de no ocultar esa gracia en vez de hacer ostentación de ella. Porque no me cabe duda de que Abel restregaría a los hocicos de Caín su gracia, le azuzaría con el humo de sus ovejas sacrificadas a Dios. Los que se creen justos suelen ser unos arrogantes que
van a deprimir a los otros con la ostentación de su justicia. Ya dijo quien lo dijera que no hay canalla mayor que las personas honradas...
-¿Y tú sabes -le preguntó Abel, sobrecogido por la gravedad de la conversación- que Abel se jactara de su gracia?
-No me cabe duda, ni de que no tuvo respeto a su hermano mayor, ni pidió al Señor gracia también para él. Y sé más, y es que los abelitas han inventado el infierno para los cainitas porque si no su gloria les resultaría insípida. Su goce está en ver, libres de padecimientos, padecer a los otros...
- ¡Ay, Joaquín, qué malo estás!
-Sí, nadie es médico de sí mismo. Y ahora dame ese Caín de lord Byron, que quiero leerlo.
-¡Tómalo! -Y dime, ¿no te inspira tu mujer algo para ese cuadro? , ¿no te da alguna idea?
-¿Mi mujer? En esta tragedia no hubo mujer.
-En toda tragedia la hay, Abel.
-Sería acaso Eva...
-Acaso... La que les dio la misma leche: el bebedizo...

viernes, 16 de julio de 2010

Peces de ciudad, Joaquín Sabina

Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d’Austerlitz.

Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
del veranillo de san Martín.

Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.

En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad,

pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar

y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.

Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.

Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.

El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.

En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.

Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.

Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.

Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad

que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.